La música es de las pocas cosas que nunca abandona, que siempre trae recuerdos. Una canción puede devolverte a un momento, a un recuerdo, a una persona. Cuántas lágrimas derramadas por melodías que transmiten, o cuantas risas con temas que te hacen bailar o recordar tonterias.
Aquel momento de pena ante la separación después de un gran verano, aquel viaje de risas, aquel momento de locura quinceañera, aquel momento en el que te creías estrella del rock o aquella canción que aunque evitases tararear terminabas cantando.
Desde pequeña he escuchado mucha música, gracias a una madre que no paraba de poner la radio y auquellos discos en el salón. Zapatos de tacón, pañuelo y pintalabios junto a aquellos micrófonos que me regalaban. Conciertos privados, pies descalzos sobre la moqueta mientras bailaba a ritmo de Laura Pausini, Los secretos, Queen, Luz Casal, María Dolores Pradera, Michael Jackson, Duncan dhu o mi querido Antonio Vega.
Pero si algún ritmo me devuelve a esa infancia, se trata de Gloria Estefan. Ni siquiera su discografía entera, solamente el disco Mi tierra. Sigo creciendo, la vida pasando y la música sonando. No sé que tienen las notas y las letras que consiguen evadirte. Tampoco logro comprender o como cantantes o grupos que detestabas terminan siendo funadamentales en un periodo de tu vida, y viceversa.
Simplemente THE SHOW MUST GO ON

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