Quedar para comer con alguien que te apetece, fines de semana entrañables, pasear por las calles que tanto te gustan, tomarte tu café favorito, leer ese libro que te cambia los paradigmas o reirte con tus amigas de tonterias.
Pero que alguien a quien no conoces y con el que apenas cruzas diez palabras diga que transmites buen royo, le alegra el día a cualquiera. Y más teniendo en cuenta que las primeras impresiones que la gente suele tener no resultan especialmente favorables.
Cuánto nos cuesta sonreir, dar las gracias, hablar con un tono amable o tener una palabra agradable. Pequeños detalles que marcan la diferencia.
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