Todos los días las mismas rutinas, los mismos recorridos... Sin embargo, hay momentos en los que a uno se le congela la sangre. Por muchas malas noticias que recibas en un corto período de tiempo, por muy grises que sean los días o por mucho frío que haga, uno no puede esconderse detrás de una ARMADURA.
Nosotros nos fijamos más que nuestras metas, nuestros LÍMITES. A pesar de lo manida que esté la comparación, la vida es un camino. Uno decide si arriesga y camina por la senda de la VERDAD o prefiere seguir perdido en un recorrido que no requiere gran esfuerzo.
Por duro y difícil que sea, sólo hay una manera de encontrar ese sendero, comenzar por CONOCERSE. No se trata de saber si eres simpático, si eres egoista o sincero. Conocerse implica silencio, requiere una reflexión larga y profunda.
En esto no hay atajo que sirva. Ser valiente y reconocer nuestros miedos, cuestionarnos los motivos que nos llevan a temer ese sentimiento. Pero más allá de la valentía se encuentra la paciencia, hay que ser perseverante, no abandonar las cosas porque no salgan a la primera. Y tratar de no caer en la desesperación, dejar de pensar en el pasado o en el futuro, y tomar las decisiones que nos atañen en el presente.
Cuando aprendais a aceptar en lugar de esperar, os llevareis menos decepciones.
Gracias a mi leal dama, por hacerme recordar que el bien sólo trae bien. Que la observación e sun arte, y que nos perdemos miles de detalles por no saber mirar. Que una sonrisa a cualquier desconocido en el metro, darle conversación al trabajador exhausto e intentar imprimir humor en cada palabra, sólo pueden ayudarme a encontrar el tan anhelado camino.




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